Las redes comerciales de Apple están llegando a campos y mercados, con los que antes, en Cupertino, solo soñaban. Todo lo que tocan, lo convierten en éxito. ¿Cuál es la base de su tremenda vista con los negocios? ¿Cuál es la razón de su triunfo? ¿Cuál es su secreto?
Apple está atravesando una época dulce, de eso no hay duda. Logra éxito con cada nuevo producto, se llame iPad, iPhone o iPod. Sus dispositivos se están convirtiendo en parte esencial para el día a día de la vida de millones de consumidores alrededor del globo, y pese a su tremenda popularidad, siguen manteniendo ese status de exclusividad que tanto trabajo costó a Steve Jobs y su equipo conseguir tras su etapa en NeXT y su posterior reinserción en la actual Apple.
La empresa de la manzana consigue unos números de infarto, y sus clientes, reclaman más contenidos cada día. Lo exigen. Y los desarrolladores y equipos que danzan alrededor de las mieles del éxito de los chicos de Cupertino, los suministran. En este particular baile del triunfo, surgen muchas preguntas. ¿Por qué tiene tanto éxito Apple? ¿Qué tiene esa empresa que no logran las demás? Actualmente, son muchos los analistas que escudriñan sin parar la superficie de la manzana mordida. Apple es una empresa absoluta, prácticamente intachable, llena de secretismo y con una dirección y equipo ejecutivo, de altos vueltos. En Apple, cada decisión obedece a una estipulada y pulcra cadena de mando, que acaba, como bien sabéis, en las manos de Steve Jobs, amo y jefe de este barco pirata tecnológico. Aunque se podría decir que las cosas funcionan en la mayoría de empresas tecnológicas de Sillicon Valley, lo de Apple, no tiene nombre.
Tras vivir su casi total desaparición a mediados de los 90, cuando la supremacía de Windows parecía una maldición irónica del destino, Steve Jobs, despedido por su misma empresa, volvió a Apple con la idea en mente de un proyecto que tardaría años en funcionar, pero que traería la salvación a la compañía. Apple debía, imperiosamente, dejar de vender solo ordenadores y periféricos. Aunque el Mac se había convertido en el símbolo de la empresa durante años, y Apple había ido haciendo sus pinitos con diferentes dispositivos informáticos, Steve Jobs pensaba que se podía dar un paso más en la concepción de Apple como empresa y suministradora de productos. Había que controlar la experiencia. Había que crear un nuevo status con respecto al consumidor. Había que incentivar la creación de un ecosistema informático donde Apple, controlase la experiencia de la mejor forma posible.
En el fondo, todas las empresas desean ser autosuficientes. No depender de alguien, de una marca externa, que en un futuro, te pueda hacer la competencia en ello que tú mismo has creado y diseñado. Aunque las relaciones entre compañías y empresas son la base de los negocios comerciales, todas siempre esperan la patada de la competencia o la aparición de un sistema o un producto mejor que el que ellos diseñan. El miedo a la copia. Muchas veces, ese miedo viene completamente infundado, pero otras veces, guarda algo de razón. La desconfianza entre las empresas del mundo de la tecnología es muy habitual, y no es nada extraño observar como se demandan continuamente en los juzgados o se someten a auditorias enormes con tal de demostrar su inocencia. De hecho, Apple en estos momentos, mantiene una batalla legal con un sinfín de compañías y marcas, donde destacan gigantes asiáticos como Samsung o HTC (rivales en varios frentes comerciales).
Pero volvamos al origen del control de la experiencia. Puede parecer una tontería, pero en ese aspecto, es donde los sistemas de Apple, pueden albergar gran parte de su éxito. El control de la experiencia de usuario como algo vertical y unipersonal, marca una diferencia con respecto a la competencia. Cuando Steve Jobs diseñó junto a un sinfín de trabajadores, ingenieros e informáticos el futuro del iPod, hizo especial hincapié en la relación del dispositivos con iTunes y la tienda digital que luego, a posteriori llegaría a cosechar esas enormes cifras de ventas y descargas digitales. Con una planificación meticulosa, Steve Jobs y su equipo establecieron una línea de relación entre sus productos y plataformas, dignas de estudio. Apple no solo controlaba el aspecto comercial del reproductor de música en sí, también lo hacía con las canciones que el usuario escucharía en su sistema, así como también controlaba el programa con el que añadirlas y sincronizarlas. En un esquema, tendríamos el iPod, iTunes, la tienda digital, las canciones. Y a la inversa, finalizando donde todo empieza: en el usuario. Así, Apple se garantizaba un control absoluto de la experiencia.
Más tarde, tras el éxito de las primeras generaciones de iMac o iBooks (y MacBook más tarde) en el mercado, y con un futuro basado en el gran furor que causaba el iPod en todo el mundo (que se convirtió en todo un símbolo de la revolución musical digital y que comenzaba a tener versiones adaptadas a diferentes bolsillos), Apple, en 2007 y 2010 presentó el iPhone y el iPad, respectivamente. Ambos productos han sido analizados varias veces a lo largo de esta sección, y todo el mundo conoce las maravillosas características del teléfono y el tablet de la empresa de la manzana, así que no seremos demasiado extensos en dicho aspecto. Los dos dispositivos, representan el poder de convocatoria y anticipación de Apple en los mercados. Claro que antes del iPhone existían los móviles. Claro que había tablets o portátiles táctiles. Pero ninguna había sido cómoda, sencilla y práctica de usar. Ninguno ofrecía una experiencia fácil de cara al usuario.
Apple aderezó a sus magníficos sistemas, con una tienda de descargas digitales, que vendría a ser la iTunes Store del iPod, pero en iPhone y iPad. La App Store, la tienda de aplicaciones y programas más grande del mundo, ha sido un verdadero éxito, y causa principal de que el alma de ambos dispositivos, esté tan viva actualmente. Apple supo labrar confianza entre los desarrolladores, que veían como los usuarios compraban sus aplicaciones (fuesen juegos, programas ofimáticos o del tiempo) en un sistema que ya había sido probado con anterioridad con el iPod. Apple volvía a ofrecer y controlar la experiencia de su propio ecosistema informático, ofreciendo dispositivo y contenido. Todo el mundo que tiene un iPhone o un iPad, ha comprado, al menos 5 aplicaciones distintas según estudios. Puede parecer una tontería, pero es una muestra de que la concepción de autosuficiencia de Apple, funciona. ¿Qué es un sistema que coarta al usuario en determinados aspectos y que le resta libertad? Bueno, es probable. Pero no tiene nada que ver con el éxito que pueda llegar a tener.
Apple, en estos momentos, compite en una buena cantidad de mercados. Por un lado, en el de los ordenadores. En sobremesa, su iMac sigue vendiéndose muy bien, y en el mundo de los portátiles, el MacBook Air, sobrepasa cualquier previsión de ventas, siendo una bomba inusitada entre gran variedad de público. En el mundo de los smartphones, el iPhone, con varias revisiones a su espalda, sigue siendo un objeto de deseo, y el inspirador de las decenas de copias y terminales que intentan llevar a su terreno las envidiables características técnicas y estéticas del sistema. El iPad, por su parte, es el estandarte de una revolución en un nuevo mercado, el de los tablets. La gente suspira por su pantalla y sus posibilidades, y poco a poco, está labrándose un futuro en el complicado mundo empresarial. ¿Qué comparten todos estos dispositivos a parte de pertenecer a Apple? Un mercado común. Una idea lógica extendible a todos los productos de una empresa. Si tienes un iPhone, te descargas la aplicación de la misma App Store que si lo haces desde un iPad, o un iPhone. Lo mismo con las canciones y películas de la iTunes Store. Si tienes un MacBook Air o un iMac, puedes hacer videoconferencia por FaceTime con cualquiera de los dispositivos anteriormente mencionados.
En Apple, no dependen de un solo mercado. En Cupertino se han esforzado por crear una rica red de dispositivos y sistemas que lo hagan todo más fácil de cara al usuario. Controlar la experiencia y hacer comprensible lo difícil, es un valor seguro. En Apple, no se depende de un solo mercado. En Apple, es el usuario el que depende de los productos y servicios que suministra la compañía, con todo lo bueno y malo que ello significa.
Alberto González